Una
mujer muy linda, de alrededor de cuarenta, se encuentra sentada a una de las tres mesas para
dos pegadas a los ventanales del barcito enfrentado a la plazoleta; un poco
anormalmente separada de la mesa en la que un pocillo de café que, en apariencia
es para ella, se enfría apartado hacia el centro. Tiene las piernas y los
brazos muy cruzados. Está muy seria. Sostiene un bolso negro bastante grande
sobre las piernas. Mira a la calle que transcurre con su ritmo habitualmente
rápido, es la hora de mayor movimiento; la calle no se detiene, fluye sin
pausa, las personas en ella no parecen ni respirar. La mujer en cambio respira
lento, por pasos, primero inspira durante varios segundos y luego exhala; se
puede ver claramente el proceso.
Algo
me lleva a pensar en una tarde de hace muchísimos años… El vestido azul me hizo
recordar uno que usaba ella. Tranquilidad… Me doy cuenta que después de tantos
años para mí la tranquilidad es ese recuerdo. Si pienso en que tengo que hacer
algo para tranquilizarme, pienso en ella, en aquellos días y en ninguna otra
cuestión. No sé bien qué ha sido de mí, no termino de entenderlo. Estoy bien,
tengo una hermosa familia, un buen trabajo, una cuenta en el banco, un auto rápido,
tarjetas negras, personas alrededor que me dicen lo que me gusta escuchar… Pero
la única tranquilidad que realmente tengo es su recuerdo. Ningún calmante hace
por mí lo que sí hace su recuerdo.
Se
acerca el pocillo, lo levanta y da un sorbo mínimo, pero enseguida lo vuelve a
apartar con un ligero disgusto. Tiene la piel muy blanca, una nariz perfecta y
la boca algo tensa.
Ahora,
respira más rápido, notablemente. Se lleva una mano al pelo como acomodándolo y
puedo ver que tiene unos ojos oscuros, grandes y profundos.
Me
mira fijo y me pregunta qué me pasa. No logro entender lo que le digo.
No
importa.
¡Me encantó!
ResponderEliminarY me recordó a alguien. Y me recordó "aquellos días".
Me gusta tu blog.
Saludos.