lunes, 12 de noviembre de 2012

Buen día.

Me desperté loco, completa y acabadamente; mucho más que de costumbre, si  es qué esto fuera posible. ¡Si! ¡Siempre es posible! Una de las cosas que más me gustan de este aladeltismo delirado y diletante que damos en llamar existencia: la posibilidad de progreso constante. 
Circulaba el atildado y pretendidamente rítmico resumen de noticias de un canal dedicado expresamente a la profusión inagotable de las mismas; la actualidad en su versión continua y reiterativa hasta el hartazgo me trajo de la nariz a la nueva mañana. Un tipo joven en extremo pulcro e impersonal en toda la extensión del concepto y una chiquita flaquita preciosa, de pelo rubio lacio, ojos brillantes y unas dulces tetitas bien apretadas e impulsadas hacia arriba, asomando por el escote de un vestidito verde algo infantil. Lo urgente pasó ayer. ¿No? Voces profundas...
Vengo arrastrando desde hace días el boceto de una canción que tendría que componer, una balada desgarbada de palabras sueltas y cierta y relativa disonancia. Cuando lo hago, lo hago con mis dedos amembranados en un piano virtual. ¿Falso? O a veces en una vieja guitarra amada, que lleva pegadas numerosas muertes. Las palabras son siempre en gran medida restos.
Me encontraba inflamado de rara verborragia incandescente.
Un choque brutal en la intersección de una calle con una avenida. He andado bastante por ahí, en una oportunidad patiné en un charco de gasoil desafortunadamente ubicado en ese mismo lugar, me hice hilos de mierda. 
Anoche tomé demasiado. Muy rico el vino, excelente. Después me quedé mirando una imbecilidad que parecía, a grandes rasgos, la historia de una parte importante de mi vida. 
Mi mujer ya estaba levantada y bañada, se ponía un apretado jean negro y una remera onda batik violeta, rosada, blanca... Estaba linda, olía bien, muy bien. Le regalé unos hermosos lentes de sol, re locos, pero se empecina en usar unos con reminiscencias a vieja trola de alto poder adquisitivo. 
Adquisitivo, yo soy muy adquisitivo, me la paso comprando boludeces.
Ella me dice que me ama, yo también, y la verdad es que todavía nos amamos bastante.   
Se va a ir a desvariar con su hermana, yo no tengo otra alternativa que ir a trabajar, o a hacer acto de presencia.
El especialista en economía no me cierra un carajo, dice todo el tiempo lo que sé que va a decir. 
Me duché, me afeité, me perfumé, me vestí, me fui. Los chicos dormían.
Aparentemente hay un juez sospechado de decencia.
El sol me hace, invariablemente, entrecerrar los ojos; no uso lentes, los pierdo o los rompo. Además me gusta ese golpe furioso contra las retinas. 
Recuerdo fugaz de mi pasado en el abuso exhaustivo de sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central alterando tangensialmente la conciencia.
La admiración sostenida que le profesan algunos a otros tantos y el odio diseminado por segmentos. Compartimentos estancos. 
Hoy le temo más a ese odio que a los charcos de gasoil. Igual, manejo más lento, y me aplico al correcto mantenimiento del vehículo. 
Digo: "Buen día", cada vez que puedo, me contesta un escaso cincuenta por ciento. 
     

jueves, 4 de octubre de 2012

Va a estar todo bien.

Una vez, hace unos años, imprevistamente, como se suele dar en estos casos, un virus se alojó en una de mis debilidades... sería más correcto decir: en uno de mis flancos débiles. Hablo de mí hígado... Creo qué, entre otras imbecilidades, me dijeron que tenía hígado de pato... ¡Hijos de puta, hígado de pato!... 
Desde joven practico con ahínco numerosas actividades que hacen centro en él, no vale en modo alguno la pena dar mayores precisiones al respecto. 
Bueno, el punto es que para ese entonces estaba completamente convertido a  la búsqueda del vivir en sanidad fisica: nada de alcohol, ni drogas; hacia ejercicio, trataba de comer sin cometer excesos; solamente fumaba mis insoslayables cigarrillos. ¡Pero! Me cayó el virus... 
- Era peligroso, había que actuar rápido... "Usted tiene un hígado de por sí ya muy deteriorado"... Un muñequito joven, pretendidamente adusto, enfundado en halos de seriedad impostada y en un prolijísimo guardapolvo blanco... ¿Por qué no te vas a la concha de tu madre? Pensé, y le pregunte: ¿Usted oyó hablar del poder curativo de la palabra? No me entendió.
No estaba solo, tenía: mujer, hijos, familia, amigos... pero estas circunstancias te imponen una forma infranqueable de soledad, te encontrás contra tu cara reflejada en un espejo incierto... Soy de los boludos que cuando la vida no camina del todo bien, se acercan invariablemente a la fantasía de meterse un balazo, o algo parecido... saltar al vacío. ¿Qué vacío?
Una enfermera petisita, muy dulce, me acaricio la frente y me dijo: - "Va a estar todo bien". Me aferré a esa expresión de deseo como, seguramente, se deben aferrar los náufragos a algún resto flotante de sus propios naufragios.      
- "Va a estar todo bien". Me repetía, engarzando aquella joya en mi delirio... 
Se fueron disipando los peores pronósticos. Habiendo cobrado fuerza me puse a pelear con otro facultativo de la misma o similar traza, al que terminé tratando de explicarle: que el mundo dista mucho del amoroso cuidado de su madre... No me entendió. Está bien, quédese tranquilo, yo tampoco me entiendo. La vida es desprolija, y usted está demasiado limpito para andar por este chiquero, siga, siga... 
- "Va a estar todo bien". 
      

martes, 2 de octubre de 2012

Sigo soñando con otra cosa.

Nos hicimos de una pequeña porción del tugurio descalabrado que afirmaba en dos o tres vidrios, en las cartas y en una placa metálica llamarse: Bar "El Prado". Eramos exactamente dieciocho, con la siguiente composición: trece damas y cinco masculinos, entre los cuales contábamos con dos que podrían considerarse como varones con cierto grado de incomodidad en su posición relativa de tales; todos mayores de edad y en uso normal de las facultades mentales, exceptuándome de esta ultima consideración.
Docentes preocupados y ocupados por el creciente deterioro en el que cae, al parecer irremediablemente, la educación pública. 
Siete mesas reunidas en un rincón bajo el televisor anclado en un canal de noticias espurias, al que le fue bajado el audio por expresa solicitud de uno de los nuestros. Todos pidieron inevitable café; un par: cortados en jarrito, y dos de las chicas más jóvenes se sumaron a los varones incómodos en la cofradía de las lagrimas... yo me incliné tímidamente  tal mi costumbre, por una proletaria ginebra de marca centenaria. Numerosos asistentes a la reunión me cruzaron sendas miradas discriminatorias que no convalidé ni con un dejo de atención expresa. Se nombraban con absoluta precisión, salvo yo, que eternamente opto por apelativos cariñosos que me escudan de tener que recordar el nombre de las personas. 
La jefa espiritual de ese movimiento de escasa movilidad era Sonia, la razón inicial de mi presencia en el emotivo acto en cuestión; si esa gordita preciosa me instiga a roncar: voy, sin dudar un instante, roncando hasta la corte suprema de justicia de está nación a veces tan injustificada. 
Una convicción profunda los reunía. Las tres pibas más chiquitas eran tremendos caramelitos, como para emprender con ellas cualquier revolución... la que fuera necesario emprender... con el objetivo final y grandioso de tenerlas en bolas entre los garfios.
Se fueron delineando los rasgos fundamentales de una carta de intenciones, asentí con oscura seriedad muda. - "Acá no se puede fumar, me voy a fumar afuera". Expresé con firmeza después de pedir prolijamente la palabra.
Al volver, una de las chicas, probablemente la más linda, estaba enarbolando unas banderas elípticas pero bellísimas, que no tardé un segundo en tomar como propias. 
Venia bien, todo bien, ningún quilombo... hasta que en un momento aciago me saltó a la boca una ráfaga retahílica de ametralladora de inconveniencias, de esas que frecuentemente expulso, más allá de mi control y mis deseos. Me termine quedando solo, rumiando entre tragos de ginebra mi inubicuidad estructural aguda. Bueno, no importa, sigo soñando con otra cosa... por atrás o por encima de las declaraciones de anhelos que no conducen a ninguna parte. Lo que me da bronca es que se me escapó la chiquitita. 
Igual, yo, siempre: despedazado junto a mi pueblo desequilibrado y enigmático       

            
           

jueves, 28 de junio de 2012

Pensar en descarrilar.


Una imagen del olvido que en este momento es una fotografía ajada entre mis manos, con las puntas abriéndose gastadas. Una vieja foto de una pintura que pinte hace mil años, cuando recién empezaba a intentar. Una perspectiva clásica de una vía de tren que se desvanece hacia el horizonte. Bien centrada. Los rieles brillantes en paralelo que buscan unirse en el fin del espacio, contra un cielo desmoronado. Los durmientes salvajes que se van empequeñeciendo, la tierra violenta y rojiza a sus costados y entre ellos. 
Recuerdo cada segundo del hacer esa furia. Recuerdo todo lo que esa furia expresaba. Y es sencillo, lo recuerdo porque aún ahora estoy frente a esa misma vía. Lo recuerdo porque todavía hoy soy esa furia. 
Una tabla de prensado de aserrín y pegamentos químicos, de 70 centímetros de alto por 1 metro de ancho, preparada con un fondo de látex acrílico blanco. Una caja barata de 24 oleos chinos, diluyente y barniz. Unos cuantos pinceles de cerdas planos, de esos de cabos largos, y otros de pintor de paredes, de los más chicos.
El rojo de cadmio que habitaba esa cajita, lo agote en ese cuadro. 
Primero: el dibujo descuidado en lápiz, copiando a mano alzada un boceto previo hecho en un papel. Después: el refuerzo de esas lineas con el canto del pincel más chico y un azul muy diluido. Se fue sumando algún detalle... y el mar de signos que se construyo a trompadas. Muescas sobre muescas. El oleo se mezcla en la paleta y en el cuadro... y más tarde se vuelve a mezclar.
Las lineas, las rayas, las pinceladas, difuminaciones y cortes. La carga de la  suma de la tensión planteada en espesuras desparramadas y multicolores. 
La vida tiene mucho de lucha, de pelea... y seguir peleando es seguir viviendo. El señor que latía en el pasado no necesariamente tiene que seguir latiendo. El señor deslumbrante en el pasado, hoy yace un par de metros bajo tierra y una placa de concreto reza: "Siempre quiso tocar la trompeta pero nunca se animó, el pelotudo".

A veces tengo deseos de empezar de nuevo, de empezar muy distinto. Emprender algo que me aparte de lo que estoy siendo en esta continuidad asimilada que me deshace.
Salirse de las vías para ser lo más parecido posible a lo que se desea. Para estar menos proclive a dejarse arrastrar por la inercia cargada por vaya a saber uno qué demonios… Desprenderse de la cotidianeidad marcada sobre la que apenas se subsiste. Descarrilar para ser lo más honesto de uno mismo. No se puede vivir sobre rieles…

- Esa no es una vida… 
- Siempre quise tocar la trompeta.


lunes, 21 de mayo de 2012

La hora del trabajo.

Una desopilante gran taza roja cruzada por finas líneas amarillas y blancas, desbordando de pseudo-café descafeinado ligeramente cortado con leche; enfriada por una serie de interrupciones encadenadas, recalentada en un horno eléctrico. - Bueno: no la taza, el símil-café. - ¡Que basura! - ¡Que asquerosa e inmunda basura! - ¡Que repugnante e hilarante basura! – No puedo parar de reírme como un idiota mientras intento tomar este brebaje anómalo.
- Le digo horno eléctrico a lo que debería llamar para ser exacto: horno de microondas, porque en realidad se entiende por horno eléctrico otra cosa muy distinta; aunque bastante parecida para los legos, ignorantes en la materia como yo en este caso, y en tantos otros casos, que guardan una importancia relativa, extremadamente superior a esta pelotudez supina con la que ocupo este tiempo y espacio.
Los hornos de micro-ondas son en su funcionamiento, para mi, un enigma que no tengo la más mínima voluntad de intentar desentrañar. - Que revoten interminables las ondas, de lo que mierda sean. ¿Si es qué rebotan? - O que hagan lo que demonios quieran. No tengo ningún problema. Me chupa un completo huevo. Uso esta puta cagada sólo para calentar alguna puta cosa.
- Voy a ir a tomar un café similar a la verdad al bar infecto contagioso que tiene su asiento en la emputecida y deteriorada esquina próxima.
Despejarse un poco de la cotidiana rutina, no está de más. Caminar unos cuantos pasos. Siempre sueño mientras camino. Siempre sueño.
Las mesas y sillas oscurecidas por la mugre, al igual que las paredes y el resto de la escenografía. Las personas…
Un diario repleto de otro tipo de mugre, desperdigado sobre una de las mesas. Ahí me siento.
Mirar la calle transcurrir, sin ver absolutamente nada.

sábado, 14 de abril de 2012

Nunca nos vamos a bajar.

Los ojos fijos sobre la serpiente gris, extrañamente prolija para este rincón de mundo.
Voy jugando con el esponjoso freno trasero, como si se tratara de un pedal de Wah-wah, mientras tarareo "Hey Joe".
- ¡Que terrible canción! - ¡Que hermoso pedazo de negro hijo de mil putas! - La carita mirando titubeante la cámara, en ese show para la BBC.
- ¡No te distraigas imbécil, te vas a poner el montón de fierros de sombrero! 
- Quiero fumar un cigarrillo, tranquilo. - Salgo hacia un costado de la ruta.

Una marcha lenta... la segunda, y la pierna derecha recorriendo en forma circular la distancia que va desde el estribo hasta la parte trasera del asiento. Casi la totalidad del peso del cuerpo lento sobre el manubrio... - No estamos yendo del todo bien gaucho... Logro acomodarme, y un delicado y final toque al acelerador. Con sumo cuidado sigo en el intento de pararme. Viene la parte más difícil, la pierna izquierda abandona su apoyo y busca la posición correcta, casi sobre el tanque, al mismo tiempo que las manos dejan los manillares, y extiendo los brazos buscando equilibrio. Interminables décimas de segundo y estoy parado. Un infinitesimal rato, ya soy muy viejo, demasiado viejo y pelotudo. Las manos vuelven rápidamente a tomar el mando, y a paso seguido salto sobre el asiento revotando levemente, para luego subir los pies a los estribos y volver a la normalidad. Respiro profundo y siento alivio.
La mañana es más o menos agradable.
Enrosco y en tercera, pasado de vueltas, interrumpo un instante el paso de combustible, para atacar furioso hasta el tope.    
Después de un rato de llevar la rueda en alto, desacelero para que caiga, y con las dos ruedas firmes en el piso abandono el asfalto buscando la tierra. 
Un camino marcado por algunos vehículos que pasaron hace tiempo, un destino todavía no del todo cierto. 
No recuerdo demasiado, pasó mucho desde la ultima vez que anduve por acá.
Camino a los saltos por la pampa húmeda, que por estos días esta terriblemente seca. Deshilachadas matas de gruesos pastos verde amarillentos a mi paso.
Tengo que chocar contra el Río Salado y quizá después logre orientarme.   
La silueta de un lejano monte de Talas se va conformando. - Creo que voy bien. 
Desde el horizonte se me acerca ladrando un perro negro.
"Rancho Taura" va a rezar un cartel que todavía no puedo ver. Hubiese sido más correcto, probablemente, llamarlo: mitad de rancho taura, por su extrema pequeñez y su techo de una sola agua. 
La descomunal figura de mi hermano tranquiliza al perro. A más de cien metros ya veo su extensa sonrisa de bestia amable.

- Eramos muy chicos: once o doce él, nueve o diez yo. Nos gustaba jugar con fuego... y con pólvora... armar bombas que volaran paredes.
En uno de esos experimentos empece a perder un poco de audición.

- El loco sabe hacer una fantástica cazuela de conejo.

Nos sentamos a mirarnos.     

lunes, 9 de abril de 2012

La imprecisión de las palabras.

Viniendo del silencio.

Muchas personas que nacemos de algún modo signadas, nos vamos adentrando tímidamente en ese mínimo e irregular segmento de mundo que nos toca vivir, con alguna o bastante dificultad inicial, casi podría decirse constitutiva. De ese modo empezamos a intentar escuchar y ver, con una cierta molestia que primariamente no logramos definir correctamente, o quizá mejor dicho, no logramos  acertar a comprender enteramente.
Con ese ruido de fondo arremolinado e increyente habitando nuestras cabezas de poco más que monos, salimos a caminar por las calles desconsideradas e intimidantes que nos tocan en suerte, con muchísimo miedo de tropezar… De hecho casi siempre tropezamos bastante…
Dibujamos heces en el piso, nos limpiamos descuidadamente el culo con papel de diario y tratamos de bañarnos lo menos posible.
Como lo que vamos oyendo de nuestro alrededor no nos gusta, no nos convence, no nos contiene y empieza a revolvernos endiabladamente las tripas. En primera instancia nos peleamos con ese entorno. Hacemos un poco de exorbitada esgrima contra lo que nos rodea, u otras veces, somos todavía más drásticos y rompemos puertas y ventanas, prendemos fuego algo, o lo volamos decididamente por el aire. En resumen, atentamos fuerte y conscientemente contra la tan venerada propiedad privada, eje fundamental de nuestras sociedades. Hacemos uso indebido de diferentes sustancias… y nos damos desaprensivamente de cara contra la autoridad instituida.
Casi con seguridad, nos terminan guardando un tiempo…
Para luego, con la entrada en juego de algo que podríamos dar en llamar buena fortuna, dirigirnos inevitablemente, pero sin darnos demasiada cuenta, al silencio.
Desde ese silencio, algunos, tenemos la enorme e invalorable suerte de renacer y comenzamos un proceso de llenado de nosotros mismos, con una compilación de sonidos que damos en considerar relativamente propios. De nuestra elección, para ser más exactos.
Desde algunas palabras imprecisas construimos lo nuestro. Nuestros sueños y márgenes.
Nuestra ética, moral y costumbres, que a veces suelen distar de ser buenas o siquiera tolerables para aquellos que no tienen otra posibilidad que aguantarnos en los arrabales de sus hogares.

-          ¿Qué otro remedio les queda y nos queda?


Conato de aproximación a un intento.

Todos aquellos hechos a los que intentare hacer referencia a continuación, y no se si es del todo correcto plantear a estos como tales. Los conservo en una forma sumamente extraña de nitidez. No termino de entender porqué intocable razón, me cuesta tanto trabajo tratar de acercarlos a la habitual configuración que guardan normalmente los recuerdos. Los tengo en la mente como un desarrollo vívido pero al que le faltan pequeños segmentos, por un lado y por otro. Como si a cada uno de los cuadros que componen la sucesión de imágenes de los mismos, se le distorsionaran ínfimos trazos, alternativamente.
No tienen consistencia de recuerdos, ni de sueños…
¿De delirio? – Podría ser en alguna medida.
El audio en cambio, sin ingresar en tangencialidades, creo poder reproducirlo con relativa fidelidad.

El sujeto desconcertado y desconcertante. El auditorio errático.
El tipo pretendiendo darle forma a una suerte de presentación desaforada, mediante un desajustado boceto de monologo, que guardaba perfecta concordancia con su figura de difícil lectura. Más o menos así, dado el tiempo y la distancia, creo que fueron sus dichos.

-          Probablemente inspirado en esa fantasmal ruta infinita que cruza la llanura indecible de la que somos minúscula e inevitable parte integrante. Y en el desconsolado y amarronado rio interminable, que las autoridades pertinentes e impertinentes, nos tienen terminantemente prohibido tocar, en virtud de que lo han convertido en una descomunal cloaca a cielo abierto. Anclado fuerte y  fehacientemente en mi propia incapacidad de enumerar certeramente. Es que voy a las cosas, de la forma en que voy. Sin la filtración de demasiados escrúpulos. Con constitucional y desmedida brutalidad.
-          No tengo en mi haber muchos triunfos, diría mejor, casi ninguno. Pero… mi esmirriadisima esperanza, permanece inconmovible. No claudica, ni claudicara jamás.
-          Aunque tenga la totalidad de las alas, completamente hechas mierda, las mires por donde las mires.  Soy un terrible y desmesurado pedazo de pájaro, hijo de mil putas… bastante más volátil que volador… pero un extenso pájaro al fin.
-          Un ser alado, inflamado de plumífera convicción alienada, que busca su pequeña porción  de cielo salvaje…

-          Y además, apenas piso un corcho, despliego inmediato vuelo rasante…
-          Entre otras cosas…
-          ¡Salud!


Club de amigos de la desproporción.

- En el cultivo ingente y preciso de la desmesura, me he encontrado siempre extremadamente cómodo.
Hace muchos años, con unos pocos amigos y unos cuantos enemigos, desarrollamos la idea de conformar un club que promoviera la desproporción en sus diferentes aristas.

- La verborragia es una de las formas que puede adquirir el desconcierto en su faceta más humana o humanoide. En la lluvia de expresiones descarriadas, el sujeto desconcertado sale a pescar desesperadamente, con sus pobres elementos de pesca intrínseca, algún que otro escurridizo pez acierto.
Algunas veces el anzuelo trae alguno; otras: el pescado salta al bote.


El viejo.

En el centro de un parque perdido en esta desparramada ciudad nuestra. Un señor anciano de estatura minúscula, preparaba cuidadosamente su pulpito descompuesto.
Un sencillo cajón, que alguna vez sirvió para transportar frutas, pulcramente cubierto por un paño de un color verde, similar al que se puede encontrar en las mesas de villar.
El hombre vestía un raleado traje negro, unos zapatos que parecían no haber sido lustrados nunca, una camisa despedazada y un hilo por corbata.
En un gesto sumamente rápido y estudiado, acomodo su desprovista cabellera descolorida y después de tomar una buena cantidad de aire, arranco con una rasposa voz de motor de dos tiempos y baja cilindrada, cruelmente usado por una buena cantidad de terribles insanos, hijos de varios miles de putas; su discurso plagado de estricta y soberana demencia.

-          Damas y Caballeros: no me mueve en modo alguno la intención de molestarlos.
-          Mis motivos son simples y claros. No vengo a hablar en mi nombre.
-          Porque mi nombre es nadie. - ¡Si! - Don Nadie. Así pueden llamarme si gustan.
-          Soy tan solo una voz pequeña y frágil que se levanta de la miserabilidad  y la inconsistencia de este cotidiano absurdo.
-          No hablo en nombre de ningún dios, ni de ningún hombre.
-          Hablo desde todos los hombres que habitan esta viejísima y desconsolada humanidad mía.
-          Todos los hombres que conocí, cuentan en mí su historia sin razón.
-          Su historia ciega, sorda y muda.
-          Su desvelo.
-          Su desarrapado desvelo. ¡Que es sombra!…
Un suspiro aspirado y el señor: siguió.
-          ¿Conocen ustedes la sombra?...
¿A dónde vas a ir a parar, viejo querido?
Tengo que tomarme algo, pensé automáticamente… sin embargo, el viejo con sus resonancias mecánicas, me tenía profundamente interesado.
-          La sombra del hombre, surge del mismo. Lo persigue a través de su existencia.
-          ¡Yo no quiero que crean! ¡Yo necesito que puedan ver!
-          ¡Que puedan entender!
Como sumido en un transe, aspiro profundo y empezó a aplaudir, al tiempo que se desarmaba gritando:
-          ¡Aplaudan! ¡Aplaudan!
-          No me aplauden a mí, aplauden a sus sombras…
-          Ellas son las dueñas de sus vidas. Ellas tienen todas las llaves.
Una señora muy elegantemente vestida, que aunque se encontraba muy cerca, hasta ese momento no había visto, me sonrió con sutil complicidad.
-          Es un gran actor, esta preparando un nuevo monologo y dice que de esta manera consigue adentrarse mejor en el personaje.
Mira vos. Me cago, pensé, sin emitir el más mínimo sonido.
Le sonreí a la señora y me aleje a la velocidad de la luz.

- Siempre, desde que tuve conciencia, o algo, que con alguna fuerte dosis de buena voluntad podría ser considerado como similar a la conciencia; cuando me encuentro perturbado, por alguna razón que no alcanzo a comprender enteramente; busco en la acción de caminar descarrilado, sin rumbo fijo, sin destino grabado; un modo de asimilación de mis cavilaciones extraviadas; que algunas veces termina imprevistamente, dando por resultado el encuentro con alguna clase de esmerilada respuesta… parcial, acotada, simplificada…
O a veces un poco más, que irremediable y taciturnamente eso.
En esas ocasiones suelo fumar un poco… bastante… mientras camino.  
El humo del cigarrillo me acompaña y se suma a los otros humos que contiene el escenario habitual de mi ensimismamiento.

- Es difícil pensar usando símbolos; aunque esos símbolos desgastados, a los que llamamos palabras, sean los elementos primordiales de la construcción de nuestro encuentro con ese exterior que damos en denominar: “Mundo”.
Y ese conglomerado desproporcionado, parece ser el motivo de nuestras ocupaciones, reflexiones y andanzas.  

Las palabras solo se terminan en las extremidades de nuestras existencias. Ahí cuando somos casi nada más que: suaves caricias, plácidamente extendidas o exaltadísimos golpes, en la cara de todo lo que se cruza a nuestro paso.
De darle trompadas a la propia cara, supuestamente reflejada en una pared completamente opaca, se mucho.

-          Tuve que pensar mucho antes de venir a hablar con vos… y la verdad es que no tengo muy claro lo que quiero decirte.
-          Ni muy claro, ni ligeramente oscuro.

Hay muchísima gente que no tiene ni la más remota idea de lo que afirma, sin embargo: ¡Afirma!…  Sin que ninguna clase de pudor se cruce por delante de su predica.
-          El señor atildado, desparrama estupideces hacia los cuatro puntos cardinales.
      Con una sonrisa abstracta, ubicada en un punto poco convencional del rostro.

sábado, 7 de abril de 2012

Silencio abstracto. La sombra sobre el río.

La eternamente anhelada crónica de la nada misma. Porque nos regodeamos en la búsqueda de describir exhaustivamente el vació. Ese silencio interminable, siempre, posterior a una batalla cotidiana o inesperada.  
La boca desfigurada que no logra emitir ni mínimos gemidos. Y la mención más honesta de los hechos es una melodía fundada en una tonalidad muy menor, con la inclusión de algunas disminuciones, que intentan desacorralarla sin lograrlo y la potencian en su desvarió. Acordes desterrados apoyando nada. 
- Estar perdido, podría ser equivalente a estar perdiendo. Y si la música no lo termina de explicar, probemos con algunas pinceladas desconectadas sobre un lienzo fantasma, o con movimientos espasmódicos del cuerpo, o con aullidos mudos. 
La sombra flotando sobre el río violentado por un soplido constante. Esa enigmática representación de lo que somos, o quizá mejor, de lo que podemos llegar a ser. Esa sombra traumada sobre el agua indócil.
El hombre reflejado en el espejo vivo, o relativamente vivo, o no del todo muerto.

lunes, 2 de abril de 2012

Un intento de explicación sencilla para mi patrioterismo barato.

- Desde lejos, no deseo precisar cuanto, me gusta tomar una ginebra de venta usual en bares lumpenes, de esos pequeños, que coleccionan ebrios de diferentes procedencias. 
En uno de ellos, que frecuenté por unos meses, me dí con la amistad diluida propuesta a veces por el alcohol de un tipo de más o menos mi edad apodado el polaco. 
Nos acercamos con la naturalidad derivada de tomar lo mismo y compartir algunos otros gustos.
- Una tarde, la charla descarriada se transformo en otra cosa. Lentamente, el polaco me empezó a contar que había estado en la guerra, y que no le resultaba nada fácil vivir con todo aquello. Me hablo de sus sueños, que se mezclaban permanentemente con sus pesadillas. Me hablo de estar loco. Me hablo de querer volver. Me hablo de otra guerra.
- No lo vi más. No se que habrá sido de él. Sólo se que a mi ser permeable se le pego algo de ese dolor y esa locura... Y ahora, desde ese día, sin desearlo, sin razón y sin sentido; también quiero otra guerra.

jueves, 29 de marzo de 2012

Calle de dos manos.

El planteo de división en partes, por lo general en dos, de cualquier sociedad contemporánea, y de la Argentina en particular; suele ser presentado por los detentantes del grueso poder económico, como un error conceptual en el que caen torpemente algunas personas (de carácter con frecuencia populista) que se atreven a cuestionarles desde lo intelectual, lo ético y lo político, la legitimidad de ese poder, que ellos consideran dado en definitiva, y por consiguiente y en esencia natural.


- El extinguimiento de las ideologías (ajenas), las utopías (ajenas); ha sido sentenciado por estos defensores de un mundo rendido a los pies del mercado, que son también, como no podría ser de otra manera, los pies de sus intereses, los lindos y delicados pies de sus negocios.      


- "Poder de fuego" y de estrategia. Porque los que tienen la banca, el dinero, la guita, la tarasca, la mosca, la viyuya, el oro, el vil metal, o como quieran llamarlo; tienen las facultades necesarias para marcar la cancha y darle al juego en cuestión, las reglas que les resulten más convenientes u oportunas.
- Tienen el control, que cuanto más exiguo sea el Estado, es más perfecto y absoluto. 


El punto relativo al "Poder de fuego", podría merecer algunos párrafos aparte, tendientes a darle a la imagen metafórica un mayor y más preciso sentido descriptivo, puesto qué, los dueños de los becerros dorados y sus preceptores, no han dudado en meter balas de variados calibres a lo largo de la sangrienta historia, cercana y no tanto, y es exactamente a eso a lo que intento referirme cuando digo: "Poder de fuego". Y podría resultar gracioso, jocoso, hilarante, sino fuera tan trágico el hecho de que sean estos sujetos blindados, los que reivindican una supuesta paz social, que han alterado siempre, en honor a su religiosa búsqueda incesante de engrandecer sus arcas voraces. 


La división, tan fantasmal, de la República Argentina, como de tantas otras Repúblicas, Naciones, Países, etc, etc; esta fundada en dicotomías falsas (algunas) y concretas (varias), entre las que cuenta, claro esta, el "Poder de fuego".


- El viejo y sentido deseo Liberal, o Neo-liberal, o Conservador del esquema Libertario, o como carajo les guste nombrar a ese anhelo de un orden instituido por el desarrollo armónico de un pujante mercado, ligeramente regulado por un Estado muy mínimo, minúsculo, insignificante, y respaldado solo y fundamentalmente en lo técnico administrativo; se contrapone con la aspiración, más socialista, de un Estado rector y que resulte malla de contención para los menos favorecidos (sepan disculpar el eufemismo) por el sistema capitalista imperante en la casi totalidad del universo conocido; a este ultimo concepto se le podría asignar el rotulo de "Estado de bienestar". 


En la sacrosanta alternancia democrática, se puede dar, con inesperada frecuencia, que las mayorías populares habilitadas para el sufragio, caigan en la propuesta de los que a primera vista, parecieran ser la otra cara de sus monedas, la otra vía, la mano contraria de estas calles de doble sentido circulatorio.


- La perimida lucha de clases, que a los efectos de no resultar tan Marxista, podría definirse como conflicto de intereses, es pasada por alto por las personas comunes que flamean sus votos y entran en cardumen en las redes de sus pescadores.      


- Las razones y las ausencias de las mismas, guardan numerosos y enigmáticos interrogantes para el que escribe.


- Seguiré guardando la inconmovible y peregrina esperanza de que ninguna mayoría popular le siga dando el voto a sus captores.
          
  

sábado, 24 de marzo de 2012

Por estos días.

Por estos días recordamos en este extenso, variado y mágico pedazo de tierra que algunos damos en considerar orgullosamente: "Patria". Aquellos tiempos en los que el estado, en manos de las cúpulas militares y sus incólumes socios civiles, le infringiera a la sociedad Argentina ese dolor oscuro y profundo que concluyeron en llamar: "Proceso de reorganización Nacional". 


- Hemos caminado los años que nos separan de ese cumulo de hechos execrables, con la imagen de alrededor de 30.000 detenidos desaparecidos en nuestras retinas y en nuestras manos. Los llevamos con nosotros, en su doble carácter de quemadura y de fuego inextinguible. 
Ningún terrorismo previo o colindante, logra justificar aquel despreciable terror impuesto por ese gobierno de facto, que se llevo por delante todos los códigos que previó la humanidad integra, para circunstancias que podrían considerarse similares.
Asquerosa detentación de un poder devenido de las armas que les proveyera su pueblo, al que no tuvieron reparo alguno en acorralar, sin la más mínima dosis de vergüenza. Apoyándose, ellos, auto proclamados patriotas, en una doctrina que les fuera impuesta desde el exterior, por intereses bien lejanos a los Argentinos. 
Apoyados desde antes de un primer momento, enteramente claro esta, por los supuestos "nacionales" cultores de la factibilidad asegurada de sus negocios, y por la jerarquía de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Hipócrita y Romana. 
  
- Personalmente, cuando hablo de patria, hablo también de esas 30.000 heridas y hablo de un sueño en perpetua construcción. Un sueño que en el caso de la República Argentina, empieza en el preámbulo de la Constitución y probablemente no termine nunca. 


- Memoria, Verdad y Justicia.

domingo, 26 de febrero de 2012

Del otro lado de nuestra justicia.

Retoque de la nota inicialmente publicada en el Blog NO HAY DERECHO gracias a la generosidad de Alberto Bovino.  
http://nohuboderecho.blogspot.com/2012/02/la-justicia-en-crisis-6.html

Cuando pensamos quietamente o nos planteamos con ingenuidad balbuceante, el derecho que sin lugar a dudas deberíamos tener todas las personas simples a la justicia, que como deber inalienable, nos debería proveer el Estado. Casi de manera automática nos remitimos al papel de victimas de delitos. No contenidas ni comprendidas por un “Sistema Judicial” que da vista de numerosos signos de agobio, abarrotamiento e impericia.
Pero del otro lado de esta interpretación rumorosa, tan ampliamente extendida y difundida con vehemencia y a grandes títulos por los musculosos defensores del intocable estado de las cosas; con sus frecuentes pedidos de endurecimiento de las penas y baja en las edades de imputabilidad. Hay otras visiones, más oscurecidas y con muchísima menos aceptación entre las tibias y sencillas personas que caminan por las calles de los pueblos y ciudades; haciendo sus habituales compras en los distintos tipos de tiendas o yendo a los templos de sus peculiares credos, con absoluta y desprevenida distracción amable.
Hay otra cotidianeidad que da vueltas de carnero por los incontables rincones obscenos de estas tierras de verdaderas vírgenes morbosamente manoseadas.
Inicialmente lejos de los púdicos despachos ornamentados con balanzas y mujeres ciegas, que pretenden aludir a una equidad que se da de cara con la realidad, y con cruces que remiten a injusticias lejanas, marchan los crucificados de estos días.  
Caminan por sus lugares de privación esparcida, donde nuestras sociedades cubicas, los preparan desde sus pequeñas y miserables cunas rodeadas de heces, para que desarrollen sus vidas como carne de presidio, carne de tumba, carne podrida.
Ahí, en los pantanos, donde los rayos del simpático y sonriente sol de la pretendida “Republica” no llegan; nacen nuestros condenados, sin primario derecho a juicio, ni al más mínimo amague de debida defensa.
De esos arrabales embarrados se los extrae con alguna escusa, casi siempre escasa de sentido, para hacerles dar un paseo por alguna celda de comisaria, y más temprano que tarde, apilarlos en unos edificios desproporcionados que se suelen dar en llamar graciosamente “preventorios”.
Allí, en esas descorazonadas instituciones, aceptables para las autoridades que detentan el ejercicio del poder en el sector; se los cocina a fuego lento en el desprecio y el maltrato, que los terminara por volver, casi con seguridad, irremediables.
Porque determinados dolores, padecimientos y crueldades, no encuentran remedios, sino paliativos, con una gruesa cantidad de efectos colaterales.  Y son esas sustancias, las que por lo general comenzaron ayudando en el trabajo, y con frecuencia asisten en su conclusión.
Desde el sentido común no pareciera difícil encontrar soluciones más razonables a las vigentes.
Pero es innegable que la razón pierde por grosera paliza en lo que a estas lides, y a tantas otras, se refiere.
- ¿Pero no todos los pibes que nacen envueltos en los desordenados residuos de nuestras comunidades, caen en la delincuencia?
- ¿Es una suerte, no? 

martes, 14 de febrero de 2012

Unos días en la cárcel.



A la memoria del “Perro rojo”.

Nos conocimos bajo circunstancias que podrían considerarse en un todo y de pleno, como “objetivamente especiales” o "relativamente atípicas". Una recurrente inclinación mía a infringir la en ese momento tan estrictamente cuidada y grandilocuente ley imperante de lucha (a brazo partido) contra las "diabólicas" drogas. Las llamadas “ilícitas” y también contra el empleo indebido de las de curso legal. Todo esto, en sus variantes posibles, de trafico, venta decididamente mayorista, parcialmente mayorista, minorista, ridículamente minorista y también y fundamentalmente, el uso lúdico, el recreativo, el abuso extrovertido, el gris y o la desorbitada dependencia (en mi caso liso y llano, por cierto, solo se trataba de abundante y variada tenencia para consumo estrictamente personal y de carácter exploratorio... y o de circunstancial abuso extra-exploratorio). Y en el caso de él: su dificultosamente remediable condición estructural de carne desarrollada desde la más tierna infancia para recalar en las abominables tumbas formuladas a tal efecto. Estas circunstancias nos reunieron por un periodo breve de tiempo en una “institución” execrable, de esas en que las tensas rejas, los muros inagotables, las mugres irredimibles, las cerraduras y las llaves se adueñan de la casi totalidad del paisaje. La misma llevaba y lleva hasta el momento, el nombre de un militar Argentino (Teniente General) que fuera dos veces Presidente de la “Republica”, y representó, representa y representará seguramente, como suele suceder en estos casos, visiones completamente antagónicas, “según el cristal con el que se lo elija mirar”. Para algunos: “Prócer” y “Padre” excretor de la inconmensurable patria amada.
Para otros tantos: “Vil genocida”.

- Yo en mi enfoque confusamente maniqueo, limitado, extemporáneo, sesgado y por sobre todo descarrilado y subjetivo, me siento inclinado a calificar a este sujeto del pasado, presente en billetes de alta denominación vigentes en estos tiempos que corren o simulan correr a gran velocidad, de soberano hijo de varios millones de enormes y deformadisimos culos de hediondez extremadísima.

- En lo que a atañe a mi hermano circunstancial. Del que no puedo recordar nombre, apellido, ni tan siquiera pseudónimo y me inclino a nombrar caprichosamente como: “Perro rojo”. Solo puedo decir que admiré cada segundo de su valiente indignación, que no pudo ser lijada por las frecuentes palizas a las que era sometido por la autoridad pertinente, con infinita y dedicada crueldad.
Lo recuerdo escribiendo sobre la pared de una sala común con la sangre que brotaba de su herida nariz: “Chanchos de mierda”.

- Para vos hermano, son cada una de estas ineptas, titubeantes y gruesas líneas. ¿Donde quiera que te encuentres?
- Yo soy tu sombra loco, tu sombra… y cuando escribo de mi, escribo de vos.
- Un mal boxeador que va a dar pelea ¡Siempre! Hasta que la pisoteada lona, plagada de multicolor publicidad insensata, me abrace definitivamente.




  
Aproximación.


- Algunos caminos son de alguna manera fundacionales en la vida de las personas.
El haberlos transitado nos vuelve inevitablemente distintos, podría decirse también, irreparablemente otros. 
Nadie que haya pasado unos días por el encierro institucionalizado, llámese: cárcel, preventorio, manicomio, etc… Puede dejar ese tiempo escondido en algún archivo abstracto.
Esa porción de vida enajenada de la vida, es invariablemente un tatuaje en la piel, en las entrañas y en la mente. En mi caso: una serpiente de cascabel enroscada en un puñal con una cabeza de dragón tallada en la empuñadura.

Obviamente la invitación que hago a continuación es a un juego intelectual, a un juego metafórico.
- ¡Va!… La verdad, es que no lo tengo del todo claro.
- Elijan ustedes. 





Unos días en la cárcel.


- Un instante, un segundo, un maldito paso en falso y la vida puede cambiar drástica y dramáticamente.

- Las personas trastabillamos en algunos pequeños pozos que parecen inconcebibles, por insignificantes.
- ¿Quizás, trampas instaladas para que no olvidemos la posibilidad irremediable de tropezar?

- Entrar calladamente, habiendo dejado atrás todos los restos de la verdadera y única vida. Entrar a ese mundo exaltadamente opresivo, donde la violenta incomodidad se adueña de todos los resquicios.
- Reverberan en el pasillo fatídico los datos metálicos del inminente encierro.
- No hay, ni puede haber jamás un lugar sano entre esas paredes infectas, cargadas con todas las miserias de las que se tiene conciencia.
- Su Señoría dispuso, desde su promisorio y portentoso estrado, la suerte oscura del reo.
- Amplificación!!!... del pasado, del presente extraviado y difuso... del futuro absolutamente incierto, aunque casi con seguridad desastrado. Nada puede ser igual... igual... o igual.
- Nunca nada deberá ni podrá ser lo mismo, para la putrefacta personificación que ingrese en el circuito enajenado del "circulo oficial, honestamente constituido".
- En virtud de los hechos acaecidos; acaecidos los hechos, en por lo menos aparente ausencia de lo que solemos considerar "virtud". Amén.
- ¡Será justicia! ?...
- Aplauso, medalla degradadamente dorada y beso negro.

- Digresiones descarriadas en los primeros instantes en la mazmorra.
- (Que suerte de mierda, la concha de la reputisima madre de dios y de todos los santos del orto. ¿Cómo puede ser? Que terrible y soberana cagada. Después de todo: ¿Qué carajo hice mal? Les resulta conveniente tener siempre a mano un chivo expiatorio, para desplazar hacia él, toda la mugre que generan).

- La vieja y transitada opereta, de la vida entera pasándonos en segundos por delante; lluvia de recuerdos, de sonrisas, de caras infinitamente amadas, de dolores agudos...
- La estéril e inapropiada búsqueda de un objeto punzante con el que cortarse las putas venas.
- Toda persona debería pasar algunos días en la cárcel. Aunque más no sea unos pocos.

- No se puede negar la relevancia y la capacidad explosiva y expansora de las experiencias traumáticas.
- Damas y caballeros: ¡Busquen el trauma! O por lo menos no lo eludan.

- Algunas veces se pretende establecer un paréntesis. Un cambio repentino hacia otras visiones, otros actos, otras preferencias. El objetivo suele ser alejarse de la cotidianeidad y su profusa continuidad de hechos monocordes.
- Mis alejamientos preferidos... expandirme... excitarme... eyectarme.
- Tu voz insinuante, tu piel suave.
- Eyacular hasta el borde mismo del desmayo.
- Una playa desierta de aguas cálidas, el reparo cercano de una vegetación cautivante.
- Cielo.
- Acelerar.
- El torrente adrenalinico. 

- Puta madre.
- La reputisima madre.
- Que tremenda e iridiscente reputisima madre.

- Hay fulgurantes ideas inesperadas, que cuando asaltan vertiginosas nuestras mentes, las consideramos inmediatamente como desatinadas, alocadas, desaforadas, desalineadas; es que en ellas puede encontrarse adentrado el germen de algo que salta la barrera impuesta por las convenciones del sistema que reconocemos como imperante; el imperio del infinito e insondable "estado de las cosas".
Esas ocurrencias suelen surcar el pensamiento a la velocidad de la luz, porque resultan profundamente incomodas, hasta intolerables.
No se puede, ni se debe pensar más allá de los límites recomendados por una sociedad, de la que somos irremediablemente socios; aún sin adherir completamente, a veces ni cercanamente, a sus preceptos, dogmas y propuestas de sentido constitutivo.
En mi carácter de ferviente y consecuente desequilibrado, no puedo evitar creer: -que hurgando por afuera de esos límites, esta la única posibilidad de encontrar algún criterio más humano que el de la supuesta humanidad de la que somos infinitesimal parte.
Este principio es aplicado sin mayores contradicciones en la investigación científica, en el arte...-¿ Que sería del mundo sin los inspirados "dementes" que cruzan incorrectos los ingobernables y extremados “ríos torrenciales”, sin el temor que subyace en la enorme mayoría de las personas de ser considerados por los otros como "dementes"??? 
- Pero cuando se trata de aspectos concernientes a la organización de las personas en comunidad, los límites se vuelven automáticamente más rígidos, en algunos casos "absolutamente" inquebrantables.
Aunque cualquier persona de mediana inteligencia, pueda reconocer que "lo absoluto" es un concepto profundamente alejado de "lo humano"; "lo absoluto" prescinde permanentemente de "lo humano" en nuestros exasperantes e "inhumanos" usos y costumbres, estilos de vida; en el imperio del infinito e insondable "estado de las cosas".
- Aplauso, medalla degradadamenté dorada y beso extensamente negro.

- La droga es un camino de ida... y vuelta... e ida... y vuelta... e ida...
- El brioso alcohol igual.
- La vida es invariablemente un camino de ida. ¿No?
- La oxidación evidente no nos deja mentir.
- Toda persona debería pasar algunos terribles días en una horrible cárcel. Aunque más no sea unos pocos pero interminables días de mierda licuada.





Volver a caer.


Soñando una canción tristísima en la noche anterior a un desatino.


- La oscura noche sin vestigios de luna, suele contener para algunos, fuertes dosis de intrincada desmesura.
A la batalla insomne, le puede seguir una caída en trance que no me animaría a denominar sueño.
- Unas decrepitas notas aisladas, ejecutadas con algo parecido a un violonchelo, pero que no es un violonchelo, o si lo fuera estaría tratado con algún procesador electrónico.
Asqueroso, insultante, abusivo, blasfemo.
Las cuerdas salvajemente percutidas por un arco que tendía a deshilvanarse raudamente.  

-Esas noches extensas, cuando tienen el carácter de ser previas a algo importante, o no. Guardan en si mismas las respuestas, a lo que posteriormente será, sin lugar a ninguna duda: la verdad absolutamente revelada; solvente, material y precisa. Que antes no fue vista, ni prevista, ni siquiera entrevista o soñada, claro está.
- Porque la vida suele jugar con nosotros, con la misma habilidad con la que el viento juega con las hojas desprevenidas, de los arboles más desprevenidos aún. Y esta comparación extensamente odiosa, planamente reiterada hasta el hartazgo y la vergüenza, es el símbolo más firme que encuentro para representar la tantas veces inexpugnable aleatoriedad de la existencia.
Porque el tan mentado y mentolado... y convencionalmente coloreado libre albedrío, es tan solo un juego desbastado, al que le faltan, al mismo tiempo que le sobran, todas las miserables y malditas reglas. - ¿Entendés?
- Te lo cuento susurrando, como quien canta una tenue canción de cuna. En el tono de un niño muy, pero muy, pero muy, muy ínfimo, y con la voz distorsionada de la ancianidad y la decrepitud más extrema.
- Porque esta noche se perderá en un gruñido áspero, que durará mucho tiempo.
- ¡Suerte! - La vamos a necesitar.



Mañana numero uno y mediodía abstracto.


- El comienzo del fin de mi futuro, se fue despertando esa mañana demorada e inexpresiva; quizás un poco por lo alterado del clima: cielo muy pero muy gris, con un poco de naranja y bastante blanco, y una brisa arremolinada y tensa; o quizás: por lo informe de mis pensamientos acumulados, en aquellos momentos tan particularmente extraviados.
Para darle solida y exponencial potencia constitutiva al día en cuestión, porque siempre he sido una bestia, desde que tengo uso de algo que podría ser considerado similar a la razón; me prepare un extraordinario desayuno de estilo salvajemente extremado con: Jack Daniel's Black Label Old Number 7 of Tennessee. United States of Fucking America. Fucking Whiskey... y unas infernales medialunas de antigüedad no precisable ni con Carbono-14, untadas rigurosa y pulcramente, con un queso azul profundo escarnio, congruentemente podridísimo.
Después, un dilatado e inapropiado sueño despierto, enfrentado, o trabado en lucha, con una melodía colosalmente deshilvanada y desproporcionada.
- Los hechos, como es habitual en estos casos, y en circunstancias similares, se sucedieron a otros hechos inmediatamente anteriores, que hasta ese instante no guardaban demasiada o ninguna relevancia.
- Tenia más ganas de perder que de ganar...
- Las caídas no suelen ser un problema grave, ni complejo, para quien las conoce acabadamente, en sus variadas formas, texturas y colores... y sabe del gusto especial de la lona al besarla.
- Las caídas no son para nada, un gran problema.
- Un recuerdo nítido de aquel esperpento, que con la cara completamente molida a golpes, levantaba victorioso los brazos inválidos.


- Me gusta desaforadamente la exageración... y vociferar es una de mis actividades favoritas.
El canto descarriado y despilfarrante de brío, con total carencia de sentido, es una de las formas de arte menos transitadas y más valorables, según mi leal saber y entender.
- El viejo asqueroso, desalineado y demente, al que no puedo nombrar, porque me querellaría sin lugar a la más mínima duda; vocifera constantemente con su colorida y altanera trompeta blasfema... y muchos jóvenes y promisorios "profesionales" reconocidos en el "ambiente" del encierro estilístico, académico y academicista, recurren al soberano animal, hijo de cientos de miles de hilos de mierda, cubierto integralmente en una profusa capa de grasa infecto contagiosa, para intentar perfeccionar lo enteramente imperfeccionable.
- Paradojas...
- "Tenés fuego en las venas y en el culo un enorme torpedo eyector, fuente descaradamente emanante del bramido primario y de toda forma posible de extracción de las viscerales representaciones del sentido de la existencia, de la razón, la sinrazón, la justicia e injusticia... la moralidad, inmoralidad y de todos los usos y costumbres, humanos y humanoides, posibles. Catalogados en densos, intrincados y valorados volúmenes, de procedencias diversas".


- Algunos boxeadores se parecen muchísimo a algunos trompetistas, o viceversa. -Y no lo digo por vos, viejo puto.


- La calle estaba más exasperadamente incierta que la mañana.
- Me senté a moler el tiempo en un arrabal, hecho Bar, y hecho mierda; viendo pasar lo que no se suele ver, porque ese era mi estado. Mi ánimo infiltrado por la desdicha y el acorralamiento, corría en el sentido de las agujas de un reloj hipnótico y desquiciado.


- No quiero ver a nadie conocido.
- No quiero reconocer a nadie.
- No quiero tener a nadie cerca.
- No debo...
- Que el maltrato sea solo para mi. -No lo comparto...
- Prefiero no hablar...tan solo lo imprescindible.


¿Puede ser brillante el humo de un cigarro? ¿Puede ser brillante el maldito y desconsiderado humo de una puta breva? La recalcadisima concha de la madre de dios padre, hijo o espíritu santo.
¿Escuchaste decir alguna vez: "el tiempo duele”???
- Te duele hasta el alma, en la que descrees ferviente y tenazmente.
- Se descorazona la mañana y el sol inflamado llega a su desconfigurado cenit. Amén.
- ¡Quiero comer algo muy picante!!!



El reposo del guerrero insolvente.


- Una siesta enferma en un banquillo de acusado duro como las piedras, porque así son, fueron y serán irremediablemente las cosas. Porque de piedras esta hecha gran parte de la existencia. ¿Parece?
- Que el letrado, en su conocimiento de las razones y las causas, de su versión especifica y acabada de los hechos. Yo solo sé que soy un hombre enteramente inocente, absolutamente inocente… e injustamente maltratado...

- ¿Doctor, me convida dos millones de cigarrillos? - Siento deseos de fumar como un loco.





sábado, 14 de enero de 2012

Síntomas crípticos.

La mirada rígida, helada, extraviada.
La voz repentinamente enjaulada en un silencio pertinaz que no se resolvía ni parecía tener visos de ninguna resolución posible.
El incesante roce de dos exudadas manos firmemente enmarañadas.
Las piernas recogidas, rigurosamente apretadas una contra la otra, al igual que los labios secos y morados, y en apariencia también los dientes.
Se había levantado de la cama unos pocos minutos antes de caer en ese trance inexplicable que sobrevino después de un malestar fundado en una suma de recuerdos oscurecidos, con la virulencia de una gran tormenta eléctrica.

El hombre que abrupta e imprevistamente se había quedado completamente estático era todavía relativamente joven, algo así como casi cincuenta. Fuerte, de contextura mediana y buena traza, empezaba a presentar ligeros signos de calvicie y unas pocas canas desperdigadas. Nunca hasta ese momento había padecido enfermedad alguna, más allá claro esta de las comunes de la infancia y simples resfriados o algo por el estilo.
No tomaba jamás medicamentos y llevaba una vida simple, austera y controlada, sin excesos de ningún tipo. Rara vez disfrutaba de un buen vino, whisky u otra bebida alcohólica muy pero muy circunstancialmente. No fumaba desde los veintipico, comía con extremada metódicidad sin buscar en ello placer y hacia algo de deporte... iba a un gimnasio, jugaba un poco al tenis, un poco al squash y algunas veces se prendía en algún partidito de fútbol con un grupo de amigos de la secundaria con los que se había seguido frecuentando casi sin interrupción desde aquellos tiempos de la adolescencia.
Era graduado en ciencias económicas, tenia varios posgrados y trabajaba hacia muchísimos años a cargo del área de personal de una gran empresa del sector textil.
Tenía una solida posición económica basada en largo tiempo de muy buenos ingresos y una eficiente y prolija administración de los mismos.

Su mujer, de unos cuarenta años, muy linda, alta, delgada, de unos enormes y hermosos ojos verdes enmascarados por el agua y la sangre. No lograba comprender nada de lo que estaba pasando.
-       Ayer estuvo perfecto todo el día. Hablamos un par de veces por la tarde, estaba contento...
Llego, jugo un rato largo con los chicos en el parque, se rió mucho, cenamos bien, charlamos de cosas de todos los días... sin importancia, nos fuimos a dormir, miramos una película en la televisión y nos dormimos abrazados... 
Y hoy cuando me desperté lo encontré sentado en ese sillón, así.
Un brote agudo de llanto e impotencia detuvo sus palabras.
-      No se preocupe. Dijo el supuesto medico, sin un sesgo de relativa convicción.
-    Vamos a pedir asistencia especializada y vemos. Expulso abrupto.
Se separo de ella para hablar por teléfonos celular.
La brusca parquedad del supuesto profesional la puso más tensa de lo que ya de por si estaba. No encontraba consuelo y no lograba mirar a su marido más allá de unos instantes desprendidos y superficiales. Automáticamente, sin posibilidad de controlarse, se cargaba de una angustia extensa que la ponía al borde del ahogo.

Esperó apartada a que el supuesto facultativo terminara la comunicación y lo miro firme, fijo y entre signos de pregunta.
Ante la ausencia de la más mínima e insignificante respuesta, intentó una forma de recomposición y dijo: - Me voy a ocupar de que mi hermana venga a llevarse a mis hijos.
Se sentó en la oscuridad del cuarto en el que había dormido hasta hacia un par de horas y en la cama revuelta parecía buscar la solución del enigma que se le presentaba inexpugnable.
-        Ali soy yo Gaby, estoy muy preocupada, Juan apareció en un sillón del comedor completamente inmóvil... tiene la vista perdida, helada, ni parpadea, no dice absolutamente nada, no responde, no se mueve, es como si se hubiera vuelto loco de pronto... Y se quebró en un suspiro agudísimo.
-        Gaby ya salgo para allá, por favor tranquilzáte, va a estar todo bien.
-        Bueno por favor vení.
-        Ya salí.       
-        Gracias Ali.

El retiro del sujeto enajenado por parte de los supuestos especialistas en salud mental se produjo al estilo de un comando, rápido, expeditivo, sin consideración ni explicaciones. Al evaluar el cuadro dispusieron el traslado a algo así como una supuesta clínica sin darle a Gabriela mayor alternativa que la de subirse en la parte delantera de la ambulancia.
Un chófer joven y condolido con su desconcierto, le refirió tibiamente que no se preocupara, que seguramente encontrarían la forma de ayudarlos.
Ella sonrió tenuemente. No sabia que pensar.
La llegada al supuesto nosocomio le deparo a Gabriela inmediata soledad. Un supuesto profesional de la medicina que se presento como él Doctor Eduardo Quiroga le tiro escuetamente: - Espere acá, le vamos a hacer unos cuantos estudios.
Y ella se sentó a esperar en un ambiente preparado a tal efecto, cubierta de una gran cantidad de nubes de miedo.

Hacia ya un tiempo que su relación con Juan no era la de ese amor primario, inicial que los había unido. Las cosas usuales, el desgaste que produce inevitablemente la convivencia, las diferentes formas de ver las cosas. Cada uno tiene sus maneras y sus percepciones... y a veces es difícil compatibilizar. Aparte el tiempo nos va cambiando, para bien y para mal.
Se cruzaban por su cabeza tantas ideas. Sueños juntos que se fueron escapando, se fueron sin que ninguno de los dos los haya dejado, desaparecieron.
No podía parar de llorar.
El mismo dolor grueso de la mañana, de verlo ahí sentado, paralizado.
El dolor de no tener respuestas.

El absurdo inexplicable de absolutamente todo.

Juan nunca volvió a recuperar la conciencia, murió pocos años después de un supuesto paro cardio-respiratorio en una supuesta clínica, supuestamente especializada en supuestos cuidados intensivos.