lunes, 12 de noviembre de 2012

Buen día.

Me desperté loco, completa y acabadamente; mucho más que de costumbre, si  es qué esto fuera posible. ¡Si! ¡Siempre es posible! Una de las cosas que más me gustan de este aladeltismo delirado y diletante que damos en llamar existencia: la posibilidad de progreso constante. 
Circulaba el atildado y pretendidamente rítmico resumen de noticias de un canal dedicado expresamente a la profusión inagotable de las mismas; la actualidad en su versión continua y reiterativa hasta el hartazgo me trajo de la nariz a la nueva mañana. Un tipo joven en extremo pulcro e impersonal en toda la extensión del concepto y una chiquita flaquita preciosa, de pelo rubio lacio, ojos brillantes y unas dulces tetitas bien apretadas e impulsadas hacia arriba, asomando por el escote de un vestidito verde algo infantil. Lo urgente pasó ayer. ¿No? Voces profundas...
Vengo arrastrando desde hace días el boceto de una canción que tendría que componer, una balada desgarbada de palabras sueltas y cierta y relativa disonancia. Cuando lo hago, lo hago con mis dedos amembranados en un piano virtual. ¿Falso? O a veces en una vieja guitarra amada, que lleva pegadas numerosas muertes. Las palabras son siempre en gran medida restos.
Me encontraba inflamado de rara verborragia incandescente.
Un choque brutal en la intersección de una calle con una avenida. He andado bastante por ahí, en una oportunidad patiné en un charco de gasoil desafortunadamente ubicado en ese mismo lugar, me hice hilos de mierda. 
Anoche tomé demasiado. Muy rico el vino, excelente. Después me quedé mirando una imbecilidad que parecía, a grandes rasgos, la historia de una parte importante de mi vida. 
Mi mujer ya estaba levantada y bañada, se ponía un apretado jean negro y una remera onda batik violeta, rosada, blanca... Estaba linda, olía bien, muy bien. Le regalé unos hermosos lentes de sol, re locos, pero se empecina en usar unos con reminiscencias a vieja trola de alto poder adquisitivo. 
Adquisitivo, yo soy muy adquisitivo, me la paso comprando boludeces.
Ella me dice que me ama, yo también, y la verdad es que todavía nos amamos bastante.   
Se va a ir a desvariar con su hermana, yo no tengo otra alternativa que ir a trabajar, o a hacer acto de presencia.
El especialista en economía no me cierra un carajo, dice todo el tiempo lo que sé que va a decir. 
Me duché, me afeité, me perfumé, me vestí, me fui. Los chicos dormían.
Aparentemente hay un juez sospechado de decencia.
El sol me hace, invariablemente, entrecerrar los ojos; no uso lentes, los pierdo o los rompo. Además me gusta ese golpe furioso contra las retinas. 
Recuerdo fugaz de mi pasado en el abuso exhaustivo de sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central alterando tangensialmente la conciencia.
La admiración sostenida que le profesan algunos a otros tantos y el odio diseminado por segmentos. Compartimentos estancos. 
Hoy le temo más a ese odio que a los charcos de gasoil. Igual, manejo más lento, y me aplico al correcto mantenimiento del vehículo. 
Digo: "Buen día", cada vez que puedo, me contesta un escaso cincuenta por ciento.