domingo, 31 de agosto de 2014

Carla pensaba

La recepcionista le había preguntado sí ese era su esposo y Carla había titubeado al responderle que sí, que era.
Pedro llegó a buscarla en la moto y cuando se sacó el casco estaba completamente despeinado y su nariz parecía más aplastada y su mirada más turbia.
A veces Carla se sentaba con las piernas cruzadas y el dedo índice de la mano derecha sobre el labio inferior y pensaba, con mucha firmeza, que Pedro era terriblemente feo y entonces se preguntaba: “¿Cómo fue que me enamore de él? ¿En qué demonios estaba en ese momento? ¿Qué le vi?”. Básicamente esas tres preguntas se le repetían circularmente adoptando diferentes formas… Otras veces, en cambio, se le aparecía el Pedro especial de aquella noche de hace años, en lo de Carmen, cuando entró de pronto, como un fantasma, con aquel largo sobretodo negro y los lentes oscuros y las manos enguantadas y el cigarrillo apretado entre los labios finísimos. Cada vez veía menos ese Pedro.
Pedro era, sin duda, feo; de una fealdad férrea, inconmovible, inelástica. Pero lo que más la preocupaba a Carla últimamente es que estaba empezando a verlo estúpido. 
Pedro era, sin duda, bastante estúpido.