jueves, 6 de noviembre de 2014

La tranquilidad

Una mujer muy linda, de alrededor de cuarenta, se encuentra sentada a una de las tres mesas para dos pegadas a los ventanales del barcito enfrentado a la plazoleta; un poco anormalmente separada de la mesa en la que un pocillo de café que, en apariencia es para ella, se enfría apartado hacia el centro. Tiene las piernas y los brazos muy cruzados. Está muy seria. Sostiene un bolso negro bastante grande sobre las piernas. Mira a la calle que transcurre con su ritmo habitualmente rápido, es la hora de mayor movimiento; la calle no se detiene, fluye sin pausa, las personas en ella no parecen ni respirar. La mujer en cambio respira lento, por pasos, primero inspira durante varios segundos y luego exhala; se puede ver claramente el proceso.
Algo me lleva a pensar en una tarde de hace muchísimos años… El vestido azul me hizo recordar uno que usaba ella. Tranquilidad… Me doy cuenta que después de tantos años para mí la tranquilidad es ese recuerdo. Si pienso en que tengo que hacer algo para tranquilizarme, pienso en ella, en aquellos días y en ninguna otra cuestión. No sé bien qué ha sido de mí, no termino de entenderlo. Estoy bien, tengo una hermosa familia, un buen trabajo, una cuenta en el banco, un auto rápido, tarjetas negras, personas alrededor que me dicen lo que me gusta escuchar… Pero la única tranquilidad que realmente tengo es su recuerdo. Ningún calmante hace por mí lo que sí hace su recuerdo.
Se acerca el pocillo, lo levanta y da un sorbo mínimo, pero enseguida lo vuelve a apartar con un ligero disgusto. Tiene la piel muy blanca, una nariz perfecta y la boca algo tensa.
Ahora, respira más rápido, notablemente. Se lleva una mano al pelo como acomodándolo y puedo ver que tiene unos ojos oscuros, grandes y profundos.
Me mira fijo y me pregunta qué me pasa. No logro entender lo que le digo. 
No importa.

1 comentario:

  1. ¡Me encantó!
    Y me recordó a alguien. Y me recordó "aquellos días".
    Me gusta tu blog.
    Saludos.

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