lunes, 25 de febrero de 2013

La vida es para andar lo más desnudo posible. (1)

Imágenes entrecortadas de desmoronamientos. Borrosas, extrañas y en cámara lenta. No, de desmoronamientos como los habituales en un área de montaña: rocas, tierra o barro, restos de vegetación cayendo... Ni de derrumbes urbanos, ni de caídas de porciones de mampostería en el interior de una casa despedazada por el paso del tiempo y el descuido sostenido con obstinación en él. No, indescifrables desprendimientos inmateriales internos, de ese territorio interior que se supone sólo humano... Y de pronto también hierros abstractamente retorcidos, un habitáculo indeterminable inexplicablemente explotado, y sangre, mucha sangre, y trozos humanos esparcidos sobre una alfombra de algo similar a un río torrencial que corre oscuro en una pendiente pronunciada. Los ojos cerrados que duelen hacia dentro, se clavan hacia dentro. "Te caes a pedazos". La representación tangencial y desarticulada de un recorrido en espiral de ruletas rusas por diferentes partes de un cuerpo descompuesto: una rodilla, una sien, un pie, un brazo, una boca, un ojo, una oreja... El ruido del tambor y el martilleo. Una mano abierta. Ahora de nuevo la rodilla, con más precisión; pareciera acercarse y finalmente estalla en mil infinitesimales fragmentos purpúreos y rojos con destellos negros, muy negros. "Chau, se terminó, fin, hasta nunca... Y no, no se termino". 
Una cabeza alargada rodando como por la ladera de algo, rodando y dando saltos. Varias cabezas pseudo-humanas y otras completamente inhumanas, de diferentes formas y colores, y piedras, miles y miles de piedras mezcladas con las cabezas y un sinnúmero de sustancias incomprensibles. Girando hacia abajo. ¿Por una escalera?
El cielo, que no es un cielo sino una bóveda, parece latir angustiado a mil pulsaciones por minuto... Así, como un pecho desquiciado, todavía vivo pero a punto de volar por el aire en pedazos.
El reloj es el latido en la bóveda, que juega de cielo, y en el pecho. 
Un hombre sentado sobre su cabeza, completamente desnudo, y por lógica:  decapitado.