lunes, 6 de mayo de 2013

Sus propias palabras.

Allá, por el lejano final de la infancia, la vida se le había presentado como un estremecedor abismo de posibilidades. Todo podía ser, cualquier cosa podía pasar, nada parecía suficientemente alejado. Un hombre era también, además de sus circunstancias particulares, el conjunto de la humanidad, la totalidad, la integridad. ¡Terrible! ¡Complicado! Una fabulosa batidora de imágenes alteradas, y un discurso ingobernable que caminaba solo, más allá de cualquier voluntad, incluso de la de él, claro está. La garganta exótica emitiendo una voz que, a veces, sentía desconocida, impropia. 
Frente a los abismos, algunas personas, no pueden evitar el deseo -la tentación- de saltar. Y creo que él saltó. La verdad es que no sé bien. Me parece que ni él sabía. 
Lo que sí supo fue generar a partir del caos una particularísima expresión.
Era callado, decía apenas lo imprescindible, muy raras veces un poco más. Pero siempre con sus propias palabras.     

1 comentario:

  1. Excelente. Qué difícil cuando sólo te sale una palabra. Seguro me pasa muy de cerca y debe ser por eso.
    Bueno, algo bien tuyo: esas construcciones fascinantes.
    Y quizas sea porque lo estoy leyendo justo antes de irme, pero sabés, siento que me pasa como en una canción de "Los Smiths" que dice "deberías saber que la marea de la vida te ahogará... y a mí también" y en otra parte... "esa broma no es tan graciosa, está demasiado cerca tuyo, de tus huesos".
    En fin. Parada cerca de ese abismo, mi amigo. Desde allí te leo y me alegra siempre siempre hacerlo.
    Gracias.

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