lunes, 2 de abril de 2012

Un intento de explicación sencilla para mi patrioterismo barato.

- Desde lejos, no deseo precisar cuanto, me gusta tomar una ginebra de venta usual en bares lumpenes, de esos pequeños, que coleccionan ebrios de diferentes procedencias. 
En uno de ellos, que frecuenté por unos meses, me dí con la amistad diluida propuesta a veces por el alcohol de un tipo de más o menos mi edad apodado el polaco. 
Nos acercamos con la naturalidad derivada de tomar lo mismo y compartir algunos otros gustos.
- Una tarde, la charla descarriada se transformo en otra cosa. Lentamente, el polaco me empezó a contar que había estado en la guerra, y que no le resultaba nada fácil vivir con todo aquello. Me hablo de sus sueños, que se mezclaban permanentemente con sus pesadillas. Me hablo de estar loco. Me hablo de querer volver. Me hablo de otra guerra.
- No lo vi más. No se que habrá sido de él. Sólo se que a mi ser permeable se le pego algo de ese dolor y esa locura... Y ahora, desde ese día, sin desearlo, sin razón y sin sentido; también quiero otra guerra.

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