sábado, 7 de abril de 2012

Silencio abstracto. La sombra sobre el río.

La eternamente anhelada crónica de la nada misma. Porque nos regodeamos en la búsqueda de describir exhaustivamente el vació. Ese silencio interminable, siempre, posterior a una batalla cotidiana o inesperada.  
La boca desfigurada que no logra emitir ni mínimos gemidos. Y la mención más honesta de los hechos es una melodía fundada en una tonalidad muy menor, con la inclusión de algunas disminuciones, que intentan desacorralarla sin lograrlo y la potencian en su desvarió. Acordes desterrados apoyando nada. 
- Estar perdido, podría ser equivalente a estar perdiendo. Y si la música no lo termina de explicar, probemos con algunas pinceladas desconectadas sobre un lienzo fantasma, o con movimientos espasmódicos del cuerpo, o con aullidos mudos. 
La sombra flotando sobre el río violentado por un soplido constante. Esa enigmática representación de lo que somos, o quizá mejor, de lo que podemos llegar a ser. Esa sombra traumada sobre el agua indócil.
El hombre reflejado en el espejo vivo, o relativamente vivo, o no del todo muerto.

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