sábado, 24 de agosto de 2013

Acerca del escenario.

La vista aérea de una habitación que es un cuadrado perfecto pintado en absoluto negro salvo por una fina línea blanca que la cruza en la exacta mitad. Un hombre joven, delgado, desnudo, se desplaza por sobre la línea como si esta fuera un alambre y él un equilibrista.
En la mente se abren escenarios de una complejidad difícilmente descriptible. Digo escenarios porque de algún modo hay que llamarlos y en principio no encuentro otra palabra que se me antoje más apropiada, podrían ser también paisajes. Entonces: escenarios o paisajes que son, intentando ser preciso, entramados hechos con infinidad de imágenes superpuestas. Imágenes que se transitan de acuerdo a leyes que no son las de la razón, ni de ninguna de sus ramificaciones más específicas como, por dar un ejemplo, la lógica. Yuxtaposiciones de un contenido inabordable por otro medio que no sea la imaginación pura, la que ocurre, con exclusividad, en el teatro situado dentro de las cabezas de las personas. La búsqueda, insensata, de transcripción de esos entramados mentales es frecuentemente acometida a través de que lo que tendemos a denominar como arte; creo que la otra alternativa es la locura, y por supuesto siempre está presente y abierta la posibilidad del desinterés, formula que pareciera ser la más elegida y es además la permanente tentación de gente en proceso de enloquecimiento y de artistas, que son en definitiva la misma cosa, porque la pretensión de representar lo irrepresentable termina inevitablemente en el camino que conduce a la locura, o en algo, que de tan parecido, no tiene para sí una definición más propia. Lo que pasa es que siempre es preferible enloquecer por buscar algo que hacerlo por haberlo decidido perdido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario