viernes, 2 de agosto de 2013

Líneas sucias.

No tengo olfato, lo fui dejando en el camino de fumar tres paquetes de cigarrillos, que últimamente se hicieron cinco, estos días; pero creo que me imagino olores, olores que siempre tienen que ver con ella. Pasé por la cocina y me cruzó una ráfaga de perfume de mandarinas, y me vi con ella, sentada de piernas cruzadas sobre la mesada esperando pacientemente que le alcanzara uno a uno los gajos que le iba pelando de hasta el más insignificante resabio de hollejo, porque a ella no le gustaba hacerlo, porque decía que el olor se le quedaba pegado en las manos y no podía sacárselo con nada, pero le encantaban las mandarinas, libres de hollejo. Y yo era feliz haciéndola feliz, y dándole los mínimos gestos de afecto que ella me dejaba darle... porque ya no era chiquita, porque iba siendo grande.    
Estoy diciéndome, exactamente, lo que no me tendría que decir, lo que no puedo decirme, de ninguna manera; porque las palabras que surgen en mi mente me llevan a un encierro del que me va a resultar imposible salir, y sí algo no es aceptable en este momento, es encerrarme; no me lo puedo permitir, pero no logro evitarlo. Veo, en cada reflejo del laberinto de espejos que me rodea, su carita. No hay un calmante que consiga hacer algo al respecto. Al contrario.
Nada de eso, ni de esto, ni de aquello, ni de lo otro en ciernes, ni de lo que supuestamente vendría de más allá, de lo lejanamente innombrable, o de acá al lado, a milímetros de distancia de mi nariz conmocionada, ni de absolutamente nada: son sombras, y ninguna otra puta cosa, sombras que envuelven otras sombras más emputecidas todavía, y así sucesivamente al infinito; cajas chinas... A veces inflamadas, verborrágicas, incandescentes, cargadas de una imitación perfecta; pero sombras, siempre. Tienen el mismo sentido oscuro que parece guiar a tantas otras vertientes de falsedad en las que solemos creer... Como creemos en el amor, o en el aire, o en la tierra, o en todo aquello que parezca relativamente posible. Yo necesito creer en que voy a volver a verte, que ésta vida de mierda me va a dejar ver de nuevo tus ojitos brillantes. Necesito creer que tus ojos siguen siendo brillantes, que ninguna de las miserias que imagino puede haberlos opacado. Aunque lo que necesito o dejo de necesitar vale bien poco. 
Me lleva la dirección oscilante de un delirio; me lleva de paseo forzado por la naturaleza de la constante imperfección, que en su repetición de lo idéntico, simula el equilibrio de un sistema; y la reivindicación rígida de todas y cada una de las imperfecciones y de sus probables ramificaciones interminables. La reiteración del hartazgo y el hartazgo de la reiteración. Y esa representación circular del vértigo que provoca la presencia total del abismo... Círculos concéntricos de desesperanza aplastándole la cabeza a lo que aparece como una posibilidad... de algo; como a mí, acá, ahora, que ya no tengo la menor idea de quién soy, y lo único que tengo por horizonte es tu cara. No estoy hablando de tristeza, ni de desesperación, todo eso ya lo perdí hace tiempo.   

1 comentario:

  1. El olfato, las mandarinas, el recuerdo de algo cotidiano...
    El encierro, las sombras, el hartazgo...
    Así uno viaja por tu relato. Pisando suelo firme y hundiéndose en un pantano terminal. Todo en el mismo viaje.
    La profundidad de esto que escribís me revela cosas de mi propia de vida. Cosas que pasan.
    Hacia el final veo venir la espada envenenada... así:
    "La reiteración del hartazgo y el hartazgo de la reiteración. Y esa representación circular del vértigo que provoca la presencia total del abismo... Círculos concéntricos de desesperanza aplastándole la cabeza a lo que aparece como una posibilidad... de algo..."
    En un rapto de sinceridad que nadie me pide, podría decir que desde ahí hasta el final es tal cual lo siento... pero luego la pregunta que me hace -creo- seguir respirando... ¿en verdad ya no queda nada de eso? ¿o uno lo dice, lo piensa, lo escribe, para que tome cuerpo y, de ese modo, nos dé la posibilidad de seguir pensando que sí?
    Que todavía es posible. Algo. Todavía.
    No hay respuesta, desde ya. Es apenas un desvarío, tal vez.
    Un abrazo mi estimado, de parte de su entusiasta lectora, tal cual me lo dijera un querido amigo hace poco.
    Ah y como siempre, muchas gracias. A Usted Gracias Siempre.

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