jueves, 27 de agosto de 2015

Un mar cálido que nos abraza

No es razonable que un hombre tan tremendamente viejo, sucio, desagradable, oscuro, oxidado, desdentado, rancio, se sienta tan tremendamente conmovido por unas piernas tan tremendamente jóvenes. No es aceptable, de ninguna manera; no es normal, es anormal, monstruoso, aberrante. ¡Inaceptable! Ese señor es una bestia pestilente. Viejo borracho, perdido, miserable.
La silueta de la nena caminando suavemente con su uniforme de colegio muy exclusivo, por la vereda en la mañana soleada; las dulces piernas largas y la pollera escocesa, en varios tonos de azul, tableada, mínima, oscilante… Cómo es la vida, no se puede creer. Qué piernas más lindas, blancas, solidas, perfectas; completamente cubiertas de una pelusa transparente, casi imperceptible. Y el pelo rubio, largo, brillante, impecable, publicitario. 
El hombre viejo no puede oler, no tiene olfato, lo perdió, pero aspira e imagina: el perfume que es la esencia exacta de la vida misma. La imaginación lo es todo. La imaginación hace posible lo imposible, esa es sin duda una de sus mejores funciones. Cuando se escaparon las posibilidades más deseables, se tiene la imaginación; ahí está: un mar cálido que nos abraza.

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