Un
hombre camina lentamente con un perro pegado a la pierna derecha, otro lo mira
como pensando en que sería lindo tener un perro como ese, un perro que caminara así, al lado suyo. Una pareja le pone los zapatos a su hijo que salió del arenero a
disgusto; el papá le pone uno, la mamá lo ata; el papá le pone el siguiente,
ella le seca la frente al chico con algo que sacó de un gran bolso amarillo y luego le ata el
otro zapato; el chico hace un gesto, una morisqueta, para que ellos sonrían y
ellos no lo hacen, permanecen serios, parecen enojados. Se van titubeantes, sin
decirse ni una palabra; al nene lo arrastran.
Una
mujer de alrededor de sesenta años con pelo muy negro y piel muy blanca le dice
a un hombre que camina con ella que por qué no se detienen un rato. Se sientan
en un banco a unos metros, debajo de un eucalipto. El hombre está muy excedido de peso y lleva
puestos unos bermudas que dejan descubiertas unas patas tremendas como de
elefante.
El
hombre mira hacia el cielo y va indicando los supuestos nombres de supuestas
aves que pasan volando, ella le va respondiendo de otras cosas.
Yo
me senté a mirar, a ver pasar… Hace días que tengo ganas de irme.
Hace
calor, es una hermosa mañana, pero yo parezco ver sólo el lado oscuro de todo.
El
gordo farsante le sigue vendiendo verdura poética a la mujer, que por momentos
parece comprar y por momentos se distrae con otras cuestiones.
Pienso en que sería lindo tener ganas de quedarme.
Pienso en que sería lindo tener ganas de quedarme.
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