En
nuestro lenguaje el tiempo puede ser el clima y, también, puede ser el material
indescifrable del que están hechas nuestras horas. El tiempo puede ser
distancia… quizás, esa distancia que nos deja ver con mayor amplitud.
Al
desierto verde, con títulos de propiedad en pocas manos, un día llegó una irrupción
desaforada. Un bramido furioso que se levantaba desde las entrañas. El grito
enardecido tenía millones de caras, pero tenía una particularmente hermosa.
Las
vísceras revueltas por la injusticia tuvieron desde ese instante un nombre… una
sonrisa de madre, de hermana, de compañera.
“Viva
el cáncer”, dijeron algunos. Otros dijeron, sencillamente, “Evita vive”.
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