jueves, 5 de febrero de 2015

Escenas rotas

Estábamos en Brasil con Pablo, en Bahía, cerca de Ilheus, una playa perdida que encontramos de pura casualidad, un paraíso. Le alquilamos por unos días una cabaña a un viejo gordo, carpintero, le arreglaba los botes a los pescadores, un tipo increíble, nos trataba como si fuéramos sus nietos. No había nada: mar, diez ranchos, botes; no había tendido de luz eléctrica, ni un generador, nada. Pero era precioso. 
Ella apareció una mañana, en el mar, nadando; era la hija de uno de los pescadores, el que parecía ser el más viejo. Vivian los dos solos en un rancho un poco apartado del resto. Era divina, indeciblemente… No se podía comprender lo hermosa que era. El viejo de mierda la trataba como si fuera su esposa. A la tarde ella me explicó en la playa. Lloraba. Le pedí a Pablo que nos fuéramos, esa misma noche. Salimos caminando sin despedirnos de nadie.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario