viernes, 5 de julio de 2013

El narrador de un desvarío.

   El narrador era un completo demente hijo de mil putas que navegaba a través de la historia como si se tratara de un sueño -o una película desaforadamente extraña y onírica- que él iba contando con un obsesivo detenimiento hasta en los detalles más insignificantes. Es más, parecía hacer permanente foco en lo insignificante, precisamente. 
   Aunque creo que, en definitiva, la cuestión no tenia demasiada consistencia de sueño; era sin dudas una película enloquecida. Y el tipo la cargaba con lo suyo en cada escena, en cada plano, en cada cuadro: miradas de chapa crujiente, con destellos incandescentes y pinceladas salvajes. Relataba como el recorrido de la cámara, sin hablar de cámara por supuesto, la música que se oía en todo momento... las luces, las sombras, los silencios... Y la historia fue cobrando cierta y relativa coherencia. Símbolos, mensajes entre líneas, mascaras, diálogos,  monólogos, baile, poesía, se fueron resolviendo en un "in crescendo" enigmático. Hasta llegar a un final verdaderamente demoledor. 
   Igual, una absoluta cagada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario