Hay una injusticia dibujada en unos cuerpos grises que esperan algo que nunca va a pasar. Con esa sentencia de tristeza definitiva empezó su caminata por la ciudad que tanto creía conocer. A veces la percepción traza signos en el aire y uno los busca sin conciencia, eso también pensaba. La noche suele jugar con las cabezas de los poetas, eso pienso yo. De la oscuridad nacen las sombras y de ellas surgen interpretaciones cargadas de imprecisión y por ende de posibilidades no previstas, de visiones que se escondían atrás de ellas, que estaban en ellas guardadas. Aquello a lo que hemos jugado tantas veces, toda la vida, a perdernos. Siempre o casi siempre en noches como aquella.
Nos encontramos en el infinito bar de innumerables confluencias eventuales, ahí donde nos sentíamos particularmente cómodos. El viejo bar sobrante de otro Palermo muy distinto a éste tan rebuscadamente amanerado.
A poco de sentarse y de pedir el primer whisky largó la secreción verborrágica:
-La expresión humana es siempre
residual, eso creo. Piezas que se salvan del naufragio permanente al que
estamos expuestos. Uno comienza por decir más o menos aquello que recuerda de
lo que inicialmente tenía para decir y no cayó en la oscuridad del olvido o de
la propia contradicción, que a veces se disfraza de olvido, dicho sea de paso.
Entonces, lo que queda, los restos, se manifiestan a partir de las palabras que
se van encontrando y aceptando como más apropiadas para el intento. Eso, un
intento, que cuando se sabe tal, no pretende cerrar ninguna puerta con una
potente y grandiosa conclusión sino abrirlas todas, las que se puedan abrir,
aunque más no sea un poco. Para la búsqueda de conclusiones totales ahí están
las ciencias, en sus variantes duras o formales, o las más blandas y o las
decididamente liquidas, con sus distintos tipos de cultores de la exactitud,
lejos, muy lejos de lo que algunos dan en llamar ciencias humanas, o sociales, u
otras variantes todavía más disparatadas, que también tienen adentro algunos
cultores de una exactitud, en estos casos sólo anhelada, por más que ellos
opinen lo contrario y se esfuercen en la pretensión de convencernos del
absurdo. A ver: ¿Ciencias Políticas, Ciencias Económicas, Ciencias de la
Comunicación -esa me gusta, una hermosura- Ciencias del Derecho, ¡Ciencias
Morales!? ¡¿Qué nos pasa?! ¿Enloquecimos? Un verdadero pensador siembra
preguntas, no respuestas. ¿Un verdadero pensador recoge los residuos
disgustado? A todos esos preciosos y graciosos simplistas incólumes, debo
reconocer que siempre les envidio la certeza, claro que con una sonrisa.
-¿Estás escribiendo todo esto?
-Ya no sé de qué carajo escribo -me dijo en un gruñido.
Nos encontramos en el infinito bar de innumerables confluencias eventuales, ahí donde nos sentíamos particularmente cómodos. El viejo bar sobrante de otro Palermo muy distinto a éste tan rebuscadamente amanerado.
A poco de sentarse y de pedir el primer whisky largó la secreción verborrágica:
-¿Estás escribiendo todo esto?
-Ya no sé de qué carajo escribo -me dijo en un gruñido.
Sos un gran escritor Irazusta. Lo sos.
ResponderEliminarEsto es excelente.
Unos pocos lugares físicos que acompañan y esas ideas, esas genialidades, tan tuyas.
Gracias, siempre.