La eternamente anhelada crónica de la nada misma. Porque nos regodeamos en la búsqueda de describir exhaustivamente el vació. Ese silencio interminable, siempre, posterior a una batalla cotidiana o inesperada.
La boca desfigurada que no logra emitir ni mínimos gemidos. Y la mención más honesta de los hechos es una melodía fundada en una tonalidad muy menor, con la inclusión de algunas disminuciones, que intentan desacorralarla sin lograrlo y la potencian en su desvarió. Acordes desterrados apoyando nada.
- Estar perdido, podría ser equivalente a estar perdiendo. Y si la música no lo termina de explicar, probemos con algunas pinceladas desconectadas sobre un lienzo fantasma, o con movimientos espasmódicos del cuerpo, o con aullidos mudos.
La sombra flotando sobre el río violentado por un soplido constante. Esa enigmática representación de lo que somos, o quizá mejor, de lo que podemos llegar a ser. Esa sombra traumada sobre el agua indócil.
El hombre reflejado en el espejo vivo, o relativamente vivo, o no del todo muerto.
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