Sueño
con que algo, que no puedo precisar qué es, me quita la mitad de la cara; y
entonces voy con esa sensación horrible de tocarme la nariz y encontrar sólo
una parte de ella, un reborde de nariz inexplicable que es lo que quedó; y
sigo, porque tengo que seguir, porque algo, que no puedo precisar qué
es, me dice que siga, que no puedo parar. Aunque tengo unas ganas irrefrenables
de ir hacia el precipicio y saltar para que todo termine, sigo.
Y después,
me parece soñar que vos me decís que te abrace. ¡¿Qué te abrace?!
Recuerdo
aquello de cuando mirarme en tus ojos era ver, quizás, lo mejor de mí.
No
hay traducción para la canción que canta mi mente.
Me
paro frente al espejo a delinear los rasgos del payaso que va a caminar muerto
de miedo el alambre estirado en las alturas para que el payaso camine
titubeante.
Me
muerdo los labios. Lloro un poco, lastimo el maquillaje pero lo dejo así, y
sigo, porque tengo que seguir.
Me
sirvo ginebra con tónica, fumo un par de cigarrillos de gran toxicidad y sigo.
—Mañana
será otro día —dice una voz. Yo sé que probablemente sea lo mismo. Sigo.
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