miércoles, 21 de diciembre de 2011

Una mirada alrededor de un final.

Hablábamos de nada, que a veces pareciera exactamente lo mismo que hablar del mundo. 
El camino es salvaje.  
La imprevisible mente humana se puede desplazar inexplicable y serpenteante, desde una sonrisa plena cubriendo la totalidad de una cara, a silencios impregnados de dolores profundos, extensos y agudisimos. 
La vida de una persona puede perder el atesorado sentido, que construyo trabajosamente, con la rapidez vertiginosa de una vuelta de pagina.
Caminamos transcurriendo.
- ¿ Así de extremas pueden ser las cosas ? 
- Pretender entender el descomunal remolino orgánico, sus idas y vueltas, sus luces y sombras, es generalmente para los simples seres con fecha de vencimiento, un deseo lejano... muy lejano. - Aunque necesario.
Se terminan las palabras con todas sus entrelineas al mismo tiempo que se apaga una existencia joven y aún, por lo menos en apariencia repleta, hasta unos instantes antes de infinidad de todo.
Cavilamos espantados. 
Algunos creemos comprender lo que llena la vida y conocer larga y acabadamente los motivos que dan por resultado el vació encarnado que elige saltar. 
La oscuridad del final puede entrar subrepticiamente o a las trompadas, poco importa...  
El resultado es la mismísima muerte derramada sobre el suelo de los humanos. 
"Que descanse en paz" o "Que en paz descanse" - Dice innecesaria y cotidianamente una potente o quizás impotente voz lúgubre y desatinada. 
- Creo que la paz no existe y el descanso, por mucho que nos pese, es también otra ilusión nuestra. 
El camino es siempre bastante salvaje.
- Las únicas pertenencias que nos acompañan son la respiración y unas pocas ideas. Ojo, que en ellas puede haber alguna clave.  

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